lunes, 9 de noviembre de 2009

Self-service en aguas somalíes

La inmensa mayoría de las propuestas que pretenden buscar una solución a la situación de Somalia coinciden en que sólo se podrá comenzar a trabajar en ello cuando se logre instaurar un Gobierno organizado, estable y eficaz. Desde el fin de la guerra civil en 1991, el país del cuerno de África es un Estado sumido en el caos, la violencia, el descontrol y la corrupción. Si a esto le sumamos una de las peores crisis humanitarias de las últimas dos décadas, el resultado es una auténtica bomba de relojería. En un reportaje publicado en “El País”, el periodista Ramón Lobo concluye: “Somalia ni siquiera es un Estado fallido, es un Estado inexistente”.

Mientras los medios de comunicación de los países occidentales centran sus portadas sobre el tema en los secuestros que llevan a cabo los denominados “piratas” somalíes y en la demanda de mayor protección para estos barcos pesqueros provenientes de España, Italia, Grecia, Francia, Reino Unido y Rusia entre otros, las verdaderas causas que han propiciado que el país alcance esta situación a menudo pasan desapercibidas.

La revista Foreign Policy junto con la organización Fondo por la Paz llevan cinco años elaborando un Índice de Estados Fallidos basándose en indicadores como fragmentación social, crecimiento económico desigual, falta de legitimidad del Estado o ineficacia en la provisión de servicios públicos. El dudoso honor de encabezar dicho ranking corresponde a Somalia. Más de un millón de refugiados cruzan el Golfo de Adén huyendo de la violencia y el hambre para llegar a Yemen. En la ciudad de Bossaso, al norte de Somalia, miles de personas más aguardan la oportunidad de intentar cruzar el Golfo a bordo de inestables botes regidos por mafias sin escrúpulos que no dudan en obligar a saltar a sus tripulantes al acercarse a la costa. La mayor parte de ellos no sabe nadar, y muchos mueren en el intento.

La pesca, uno de los principales medios de subsistencia de Somalia junto a la ganadería, se ve afectada por la concurrencia de potentes flotas extranjeras que esquilman un banco tras otro como solución a la sobreexplotación que han llevado a cabo dentro sus aguas territoriales. En lugar de apostar por otras vías alternativas como puede ser la piscicultura, los países desarrollados exprimen hasta la última gota de los pesqueros a lo largo del mundo –Somalia no es, ni mucho menos, el único caso-. La crisis mundial de recursos naturales no sólo se combate de una forma egoísta e incompetente, sino que se machaca al más débil por sistema y sin ningún tipo de remordimientos. Por poner un ejemplo, los países mediterráneos –entre ellos España- vetaron a Bruselas el pasado 23 de septiembre la propuesta de frenar hasta que hubiera signos de recuperación de la especie la caza del atún rojo en el Atlántico oriental y el propio mar Mediterráneo.

Por si esto fuera poco, a partir de 1991 navíos europeos, estadounidenses y chinos principalmente comenzaron a deshacerse con total impunidad de grandes cantidades de materiales tóxicos y radioactivos arrojándolos en aguas somalíes. Los vertidos salieron a la luz, paradójicamente para un país tan afectado por la sequía -tan sólo el 29% de la población tiene acceso regular a agua potable-, tras el tsunami que azotó el cuerno de África en el año 2004. Cientos de estos barriles se esparcieron por la costa este africana, causando entre la población úlceras, enfermedades, malformaciones, y más de 300 muertes.

En sus orígenes, los piratas somalíes eran pescadores dotados de pequeñas lanchas rápidas que intentaban disuadir a la flota extranjera que pretendía descargar residuos o abastecerse de pescado –especialmente atún- dentro de su zona económica exclusiva. Se autodenominaron “Guardacostas Voluntarios de Somalia”.

Las patrullas de la denominada “misión Atalanta” y de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) protegen a los pesqueros extranjeros de los ataques de los piratas a la par que entorpecen a los pescadores nativos con continuos registros en busca de actividades ilegales. ¿Quién protege entonces al pueblo Somalí? Europa ha elegido la presa más débil y se está dando un festín en forma de atunes a costa de empobrecer aún más a uno de los países más desfavorecidos del mundo.

No se trata de minusvalorar el sufrimiento de las familias de los pescadores secuestrados, ellos no han elegido faenar en aguas a miles de kilometros de sus casas ni son los verdaderos responsables. Una vez más, debemos intentar informarnos, contextualizar y hacernos más preguntas de las que se hacen la mayoría de los medios. En definitiva, ponernos en el pellejo de los dos extremos de la noticia.

4 comentarios:

  1. sigue escribiendo porque tu visión es necesaria y la sabes expresar. que no te falten la ilusion ni la fuerza,

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  2. Qué razôn tienes! Me encanta tu blog. Espero que sigas escribiendo.

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  3. Eres un tío fantástico, y como no iba a ser menos , escribes y reflexionas de manera extraordinaria.
    No cambies nunca.
    Me emociona ver que eres capaz de ir más allá de la noticia valorando y dando a conocer varios puntos de vista. Es la primera vez que leo una reflexión tan impactante sobre los piratas. Ojalá todos se acercaran a las noticias con tu mismo interés y profundidad.
    Que conste que no es amor de prima, aunque es innegable que TE ADORO.
    ANINA.

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  4. Gracias Nici, aunque veo ese amor de prima que subyace un poco, eh... jeje. MUA!

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